Lobsang Durney nos vuelve a proponer su mirada imaginativa de Valparaíso, ahora en una serie que ha denominado Animalparaíso. En el sincretismo de la imaginación con la realidad, su trabajo lúdico, onírico, se nos presenta en un lenguaje que le pertenece, porque Durney ha sido capaz de crear con su temática una propuesta coherente en el tiempo, con citas a obras precedentes y composiciones innovadoras que dan cuenta de su versatilidad y de su lenguaje estético.
En “Troyavalpo”, el legendario caballo helénico sale de su contexto histórico en las tierras de Asia Menor, para bajar raudo de cerro a plan, cruzando escalas, caserío, troles, cargado de la cultura porteña que se encumbra azarosamente en las laderas de la ciudad. Gatos, perros, gaviotas, toros, gallos, conejos, ratones, caballos de mar, son fuente de inspiración para estas composiciones que desdoblan la mirada del espectador.
Arquitecto de profesión, Lobsang Durney es un apasionado de este Valparaíso digno de la representación surreal, tan real y a la vez tan fantasiosa, que aparece en cada rincón con sus metáforas en formas aleatorias. Se trata de una búsqueda apasionante de esa identidad de puerto que fusiona lo animal y lo humano. Hace unos años Durney nos propuso sus cerdos porteños, cerdos que incursionaban en la identidad de cada denominación orográfica local con ironía e hilaridad. Un artista que goza de buen humor, tan buen humor que puede mover a risa plasmando en el espectador situaciones que rayan en la incoherencia propia de esta ciudad que no es volantín pero se encumbra en sus laderas, que no es barco pero navega en los temporales del Pacífico mientras el viento desnuda sus calaminas oxidadas, esta ciudad en que coexisten hombres y animales como si fueran una gran confusión de la existencia cotidiana.
Si fuera necesaria una escenografía para representar al Valparaíso de nuestros días, Durney nos sugiere su iconografía alternativa, juvenil, imbuida del desparpajo de quien camina por estas calles como uno más de sus diletantes vecinos. Animalparaíso se convierte en esa propuesta escenográfica para representar la comedia interminable del puerto en la intimidad de su zoología, en la pluralidad de su antropología. Que gratificante descubrir el tema recurrente convertido en una seducción compositiva que nos plantea otra manera de mirar los vericuetos de Valparaíso.
Jorge Salomó F.
Magister en Historia / Miembro de AICA-Chile